Carta para recordarte

Querida Cuba,

Fácil no eres. Pero, ¡qué mucho me enseñaste! Hay que vivirte para entenderte. Para entender cómo se puede vivir en el pasado estando en el futuro. Para entender que hay belleza en lo viejo y que, de igual forma, cada cosa tiene su belleza, aunque no todos puedan verla. Hay que vivirte para entender que todos somos pobres, pero ricos a la misma vez. Para entender que el que te habita no conoce más, pero que también hay ricura en el estar sin señal. Me ayudaste a comprender cómo es lo de tener a tu gente de prisioneros, pero a su vez me mostraste cómo tu gente cirula por tus calles… ¡y sin tráfico! 

De ti aprendí que eres dueña de más de un 51%. Tu Fábrica de Arte es un lugar mágico, así como tu olor a petróleo es único. Me enseñaste lo que es “¡Putería o Muerte!” y también a utilizar la palabra “pinga” en todas sus maneras. También me enseñaste cómo tus noches paren jineteros con ojos de tristeza, pero que, por otro lado, ¡qué muchos hijos felices y hospitalarios tienes! Y aunque en silencio estén, nadie les quitará lo baila’o. 

Gracias por todo lo que me enseñaste, por hacerme un hombre de mayor experiencia, por recibirme… ¡Ah, y hermana querida! No se te ocurra negar a Borikén ni a La Española porque más parecidas no pueden ser.

Te veo pronto, y ojalá cuando vuelva a verte ya seas libre. 

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